viernes, 14 de abril de 2017

INSTRUMENTOS de ESCRITURA 1 – Los orígenes


Dejando constancia escrita, la Humanidad entra en la Historia.

Los sumerios del 3200 a.C. en Mesopotamia (hoy Irak) escribían sobre tablillas de barro húmedo con palitos de cáñamo tallados en cuña, de donde viene el nombre de escritura “cuneiforme”.
En su época más complicada tuvo unos 900 signos, y nunca bajó de 400 (¡facilísimo!). Se usaba para todo, lo más para contratos, aunque famosos son el Código de Hammurabi y la historia de Gilgamesh.

Tuvo bastante éxito, y otras muchas culturas la adoptaron: acadios, babilonios, elanitas, hititas y asirios (cada una con su lengua).


Parece que fue allá por la V dinastía egipcia (2450 a.C.) que los faraones empezaron a usar escribas para dejar constancia de los hechos importantes, y estos venerados personajes – educados desde niños y usando hasta 6.000 signos – escribían en “hierático” con cálamos hechos de juncos biselados sobre papiros, de derecha a izquierda, con tinta negra (remarcando en roja).
Para simplificar y escribir más rápido, sobre el 660 a.C. evolucionaron hacia la escritura “demótica” (del gr: popular) para textos administrativos, legales y comerciales, con signos más conceptuales. El ejemplo más conocido es la Piedra Rosetta.

A todo esto, los chinos evolucionaron su escritura basándose en el pincel (y la tinta “china”), inventando el papel, y extendiendo su cultura por toda Asia. En Japón, los escritores excelentes son considerados “patrimonios vivientes”.



Los griegos parece que fueron los que inventaron el “laptop”, pero en madera con una capa de cera. Los romanos, gente práctica donde los hubo, copiaron y extendieron su uso.
Museo de Berlin, pintura griega en una vasija.
Fresco de Pompeya, mujer con tablilla múltiple, que algunos asocian a Hipatía.
Fresco de Pompeya (Villa di Guilia Felice), retrato del panadero Terentius Neo (con un pergamino) y su esposa, que tiene una tablilla y stilum. 

En las escuelas de primaria (7 a 12 años) ya usaban las “tabella cerata” por su facilidad de corrección y borrado, escribiendo con los “stilum” de un extremo afilado para escribir, y el otro extremo con una paleta para borrar. La escritura era en alfabeto cursivo antiguo, en mayúsculas.

Luego ya en secundaria empleaban papiro, vitela y pergamino, y las “penne”, fueran de cálamos, metálicas o plumas de ave. Desde el s.III la escritura secundaria fue en cursiva minúscula.

La pluma de ave, más flexible que el cálamo, se prestaba de maravilla a esta caligrafía.
Estuvo en uso más de dieciséis siglos. 

Y estas escrituras romanas se expandieron - a lo que nos interesa en este rápido recorrido - por los reinos bárbaros visigodos (España, Portugal y Septimania francesa). El alfabeto cursivo en mayúsculas evolucionó al “Uncialis”.
Mientras, en el imperio Romano-Germánico, Carlomagno mandó diseñar la escritura “Carolingia” en un intento de popularizar la escritura, aunque los mismos  germanos inventaron la letra “Gótica”, que mandó al traste las aspiraciones del emperador, haciéndose más y más rebuscada, hasta que casi ni los mismos monjes que la escribían podían leerla con fluidez. 

Ya en el Renacimiento, el geógrafo flamenco Mercator escribió un libro sobre cómo escribir, y en él hay un dibujo de una pluma:



¿Sorprendidos? – Pues si, a la pluma se le quitaban las barbas para que el aire no “frenara” su rápido movimiento. Sólo interesaba el “cañón”.

Tintero de cerámica para 3 colores de tinta y con agujeros de soporte
Pluma de ganso con los típicos dos cortes de punta y ranura central

Lo que pasa en el arte, al que hoy estamos acostumbrados, es que representan a la pluma entera (y enorme) para que reconozcamos con ella a un escritor, fuera un evangelista, Cervantes o Shakespeare.
¿Sería igual si el personaje sujetase un pequeño “palito” curvo?

Por entonces (s. XVI), Mercator tenía un taller en Amberes, en el mismo edificio de la imprenta Plantin-Moretus (hoy es un Patrimonio de la Humanidad), y las imprentas acabaron con los copistas medievales.

Varias imprentas en la casa-museo de Plantin-Moretus

 La escritura se retiró de los temas – llamémosles – de difusión cultural (libros) y quedó donde sí que se necesitaba (comercio, sentencias, actas, cartas, etc.), y una perfecta escritura era precisa. Volvieron los “escribas”, ahora llamados “escribanos”, y como aquéllos, necesitaban un alfabeto “tipo demótico”, fácil y rápido.
Apareció la letra “Cancilleresca”, y las escuelas de escritura.

Fragmento de un texto manuscrito con pluma de ave (Museo de Plantin-Moretus)

Y la rápida escritura “Cursiva” (del latín “curro”, correr), cuya característica más típica es su inclinación a la derecha.

Fragmento de un acta de 1665

Pero la humanidad crecía, el comercio crecía, y la escritura no daba abasto arrancando las tres primeras plumas remeras a gansos, pavos, patos e incluso cuervos (para dibujo). Se compraban por mazos, se desgastaban rápido sobre el pergamino y el antiguo papel hecho a mano (unas cinco hojas por punta), se re-afilaban por mazos (había un oficio  para ello), y se gastaban de nuevo hasta que el cañón de la pluma quedaba tan corto que ya era inútil.

Y aquí es cuando, alrededor de 1830, la Revolución Industrial y el acero de Birmingham solucionaron el problema. Por más de cien años.

Inventaron y perfeccionaron la PLUMILLA.




Miguel Huineman



Nota: Se inicia con ésta una serie de tres entradas dedicadas a los orígenes de los instrumentos de escritura, que imbrica las estilográficas como herederas de las plumillas, y éstas a su vez de la pluma de ave y del cálamo, y las circunstancias que las acompañaron.
El tema entra bien en lo que ya se señala en el lateral derecho del blog, y añade comprensión al avance que supuso la estilográfica, hace ahora casi un siglo, simplificando el escribir.
Aunque en este dilatado periodo “lo español” es irrelevante, se ha procurado mantener el espíritu del blog en lo posible, mostrando elementos nacionales siempre que han estado disponibles.

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